jueves, 29 de diciembre de 2016

Eventos Globales (Spanish)

    Hace aproximadamente doscientos años en el pasado. Nuestro mundo era ligeramente diferente a como lo conocemos ahora, no tanto en el punto de vista tecnológico, ni ideológico, sino preponderantemente en el político y social. Hacia ese momento las entonces potencias europeas se disputaban entre si las tierras de un continente que recién descubierto, estaba localizado en un rincón de un planeta que de la noche a la mañana había dejado ser un simple dibujo en un papiro para convertirse en toda una esfera tridimensional.
    El estudio de esta época de nuestra historia suele acarrear grandes confusiones a no pocas personas, pues la palabra que se usa para describirlo en la actualidad, el mundo “moderno”, suele confundirse vulgarmente con los siglos en los que vivimos, cosa que en realidad discrepa en el hecho de que la contemporaneidad es sinónimo de esta y la modernidad es el verdadero y absoluto adjetivo de aquel mundo de transición entre la obscuridad medieval y la época de las recién acabadas revoluciones humanas, de las cuales nosotros somos un producto beligerante.
    Hoy en día la palabra designada para describir la interconexión entre las diversas sociedades, la archiconocida “globalización” es usada también como vocablo descriptivo de la evolución tecnológica de las últimas décadas, sin embargo son pocos los que una vez más caen en la cuenta de que este proceso en realidad no es inherente a la tecnología y cuyos orígenes trascienden a nuestra época, hasta llegar al momento en el que el ser humano, consiente de sí mismo amplio sus límites tanto mentales como fiscos, derribando así a las barreras que lo habían mantenido aislado desde la prehistoria hasta reencontrarse nada más que con su misma sociedad. 









    El encuentro entre dos mundos iniciado por el almirante, Cristóbal Colon, en el año de 1492, es el verdadero inicio de la globalización, pues el intercambio cultural entre dos grupos étnicos bien diferenciados trajo como consecuencia el desencadenamiento de una sociedad homogénea y mestizada en todos los sentidos, proceso que aún hoy sigue muy vigente.
    Pues bien es importante resaltar que dicho cambio no alcanzaría su apogeo sino hasta tres siglos más tarde, cuando una de las antiguas potencias europeas y madre indirecta de muchas de las modernas colonias africanas se convirtiese en toda una verdadera olla hirviente: Francia.
   Hasta ese entonces la monarquía francesa había sido escenario de luchas encarnizadas por la igualdad social y el establecimiento de poderes ajenos al establecido por el legítimo monarca, de igualdades que permitieran al pueblo tanto decidir cómo poseer voz y voto en las reformas del estado. Diez años en total a partir de 1789, fueron necesarios para que el primer país europeo pudiese adoptar esta nueva modalidad y convertirla en una realidad aplicable para todos. Fue sin embargo un solo hombre, quien logró detener por si solo a toda aquella barbarie resultante de aquel pensar y que a pesar de llevar en actividad mucho más tiempo que las dos guerras mundiales juntas, pudo poner su pie en la escena política internacional para decidir por propia voluntad al curso de tales acontecimientos.



  Fue gracias a la irrupción de Napoleón Bonaparte en la escena histórica que la configuración política que modelaría a nuestras naciones comenzó su expansión por el mundo entero. Quizá dicha aseveración pueda parecer exagerada para algunos, pero para quienes optar por mirar a estos acontecimientos bajo una óptica cultural no podemos ver más que solo el afloramiento de un proceso más profundo, de una entidad o de algún tipo de comunicación entre sociedades que aunque diversas entre si encontraron en su figura el embajador perfecto, tanto para nacer de los yugos como para que sus voces fueran nuevamente escuchadas.
     Napoleón Bonaparte quizá sin saberlo es el nexo que une a tres de las más grandes civilizaciones humanas, un hito que logro hacer casi de manera inconsciente. Su atrevida misión de unir a Europa baso un imperio provoco grietas políticas que devengaron en fracturas enormes, cuyo daño podría asemejarse a los de un cataclismo  tectónico pero en el ámbito humano.
    La más grande de ellas fue la Guerra Civil Española, movimiento que provoco la caída de la monarquía borbónica y por tanto al establecimiento de recién nacido régimen liberal en la América virreinal, hecho que derivo en el origen de la establecida civilización latinoamericana.
   Los historiadores siguen sorprendiéndose de la capacidad de aquel emperador para crear por si solo una fractura impresionante la cual en tan solo un lapso de tiempo record de solo veinte años, hizo nacer a más de veinte países políticamente independientes, entre los que se cuentan México, Argentina, Venezuela, Perú y Ecuador.
  Por otra parte el lado Europeo también sufrió los embates de sus ambiciones inestabilizando al bloque de países occidentales y creando guerras que mediante el establecimiento de siete coaliciones derramaron la pólvora de una belicosidad que no se volvería a vivir hasta un siglo después con el advenimiento de la primera guerra mundial.
    Por último, al poner su pie en Egipto en 1789, y volver a su país trajo consigo una enorme cantidad de información la cual florecería, despertando el ambicioso interés de la época por la antigua y perdida sociedad egipcia y faraónica, cultura que hasta ese momento se había olvidado para siempre.
    A Grosso modo podemos decir que la intervención en la historia de Napoleón Bonaparte es el ejemplo vivo de que la llamada “Teoría de las Civilizaciones”, bien puede ser cierta: La existencia de grupos humanos segmentados entre sí, los cuales a pesar de su disparidad de pensamiento, son capaces de compartir fuertes vínculos culturales entre sí, con el propósito del desarrollo, claro y neguentropico entre sí.


    Dicha teoría si bien hasta entonces ignorada no sería retomada sino hasta el año de 1994, por el politólogo Samuel Phillips Huntington, en la cual en base a las inclinaciones religiosas de las actuales y existentes poblaciones terrestres, declina su opinión en la posible existencia de nueve civilizaciones en total sobre la actual estructura humana.
   Si bien dicha propuesta actualmente goza de un prestigioso reconocimiento internacional, todavía no se ha consolidado con la aceptación generalizada suficiente como para llamar la atención de organizaciones de peso mundial, pues como argumentan muchos detractores Huntington se ha basado en un criterio netamente religioso para definir a los grupos humanos existentes, sin incluir otros criterios culturales ni idiomáticos importantes.
  Sin embargo su compresión podría facilitar el estudio antropológico de las sociedades, tanto para la predicción de su comportamiento, como para su futuro perecer. 

    




 Esencialmente, las civilizaciones terrestres habían surgido como consecuencia de la expansión humana imperial de la antigüedad y los trastornos políticos subsiguientes.

   El mundo Latinoamericano, queda definido así por esta como la “Civilización Hispanoamericana”, llegándola a definir como una extensión de la archiconocida civilización occidental, compuesta por Europa y el bloque de países estadounidense. Némesis a su vez de aquel sector conocido como "Civilización Ortodoxa". Entre otros grupos podemos mencionar a los hindú, Sínicos, Japoneses, Africanos y Budistas.


    Visto desde esta perspectiva y si las claras predicciones no fallan, el futuro de nuestro mundo bien podría verse de la misma manera como tal cual empezó hace mucho tiempo: De los ciento noventa y cuatro países que existen hoy en día, solo quedara un recuerdo de lo que para ese entonces será una sociedad única y universal, con limites tan indistinguibles que la velocidad de interconexión entre los seres humanos podría ser capaz de rebasar la rapidez misma de su propio proceso de pensamiento.



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