viernes, 16 de diciembre de 2016

El Regalo Universal



  




     “En el principio creo Dios los cielos y la tierra”-así es como reza la frase más antigua que haya podido ser escrita por el hombre en toda la historia de su existencia universal. La misma frase con la cual se da inicio entonces a una historia que parece nunca querer acabar. 
     Este mismo texto junto con otros múltiples mensajes de la antigüedad son las verdaderas pruebas de que la curiosidad del hombre por conocer las auténticas dimensiones de nuestro planeta han estado durante siglos en la imaginación de miles de mentes quienes se han atrevido a preguntarse asimismas de donde han salido todos aquellos elementos que nos rodean.
   Desde las primeras civilizaciones de la antigüedad, la madre naturaleza ha estado a la orden del día enseñando al hombre a crecer, pues ella misma fue quien proveyó las aguas del rio Nilo para que Egipto pudiera aparecer. Fue ella quien le dio a Mesopotamia las tierras fértiles del Irak primigenio para que pudieran ser cultivadas las comidas elementales lo cual produjo el nacimiento del comercio, la que le dio el Mar Mediterráneo a Grecia para que pudiera navegar y la que proveyó a Roma de todos los metales con los cuales edificarían su poderío gracias a las conquistas a punta de espada. 
    En fin, el hombre jamás podrá decir que ha logrado ni alcanzado algo por sí mismo. Todos sus logros de lo debe a la madre naturaleza, logros que lo incluyen a el mismo: De entre todas las creaturas que este mundo puedan habitar, el hombre es infinitamente superior en su intelecto y raciocinio natural, habilidades que llegan a su cenit cuando también en épocas recientes de ha dado cuenta de que posee otra habilidad sorprendente y casi sobrenatural a comparación de otros seres vivos: El lenguaje.
    El planeta tierra es por tanto así el regalo más grande que a la humanidad se nos ha podido dar.  Un verdadero regalo universal.Realmentemente es que, aunque hayan pasado siglos desde la aparición de la raza humana, la ciencia apenas hoy está empezando a comprender las verdaderas dimensiones del medio natural.
     El planeta tiene aproximadamente 4570 millones de años de antigüedad, o al menos esa es la medida de tiempo que le asigna la ciencia, pues si usted opta por creerle a las sagradas escrituras, le asignaría como mínimo a la tierra una antigüedad de solo 6.000 años. Pero es un hecho de que indistintamente del lado de creencias al cual usted pertenezca, todos hemos nacido para ser “Hijos de la Tierra”, y a la vez “guardianes de nuestro planeta” y del tiempo. Es importante pues recordar que etimológicamente, la palabra planeta se origina del vocablo griego que quiere decir “errante”, o “cuerpo que vaga”, puesto que en la antigüedad se creía que los actuales planetas no eran más que estrellas que viajaban por el firmamento sin tener ningún rumbo fijo.
     No sabían entonces que lo que en ese momento carecía de rumbo era nuestra propia apreciación sobre el universo.
   Lo que en ese momento tampoco se sabía era que esa misma visión evolucionaria con el pasar de las eras hasta convertirse en toda una representación sorprendente del cosmos, la cual aún hoy todavía le falta mucho por explorar. Fue apenas hace tan solo quinientos años cuando el primer aventurero llamado Cristóbal Colon se echó al atlántico para demostrar a sus contemporáneos de que la tierra era esférica y no plana. A partir de ese momento el hombre supo de que todo este tiempo había vivido en un mundo de tres dimensiones y que la tierra horizontal que imaginaban había estado todo el tiempo en sus mentes. Sin embargo aun así la humanidad seguía preguntándose que se sentiría poder viajar directamente al cielo, y conocer los cuerpos celestes que nos orbitaban. De alguna manera el hombre pareció desear la llegada de un pronto Cristóbal Colon del cielo. Y si alguno de nosotros les hubiera dicho a las personas de ese tiempo que el hombre lograría justamente esa hazaña cinco siglos después, seguramente jamás le habían creído ser más que solo un sueño.     
     Fue finalmente el 12 de Abril de 1961, cuando el primer hombre de nuestra especie, un Ruso llamado “Yuri Gagarin” sobrevoló a bordo de una nave tripulada bautizada como Vostok 1, al solemne espacio exterior. Por simples causas políticas la URSS de aquel entonces logro el sueño que muchos habían fantaseado durante siglos, ver al planeta tierra desde la atmosfera superior. El mundo estaba a la expectativa en el instante en que la capsula tripulada transmitió su voz desde una altura impresionante (más de 7.000 metros de altura), sus frases exactas fueron: ¡La tierra es azul! matizo, para luego afirmar.  "Veo la superficie terrestre a través de la ventanilla. El cielo es negro. Y rodeando la Tierra, rodeando el horizonte hay una aureola azul muy bonita que se oscurece a medida que se aleja de la superficie. Qué hermosa es"-luego de casi 108 minutos en órbita aquel hombre de tan solo 27 años afirmo luego, como dejando su frase para la posteridad- “Orbitando la Tierra en mi nave espacial, me maravillé de su belleza. Gente del mundo cuidémosla y realcémosla, no la destruyamos”.

     Gagarin también era reconocido por ser un devoto creyente de Dios. Bautizado ortodoxo. Sus contemporáneos sabían que era un gran respetuoso de la religión y de las creencias. Sin embargo a pesar de que en la actualidad el cristianismo es la fe más extendida y conocida, y pese a que la mayoría de las personas reconocen al dios “Jehovah”, como el único y supremo altísimo, el gran mundo que habitamos fue bautizado desde hace ya mucho tiempo con la palabra que designaba a la gran Diosa madre creadora de todos. “Gea”, la divinidad femenina suprema, la mujer que dio a luz al universo. La misma en quien durante milenios creyeron los antiguos griegos y a quien rendían tributos con sus rituales de la fertilidad y la primavera. En pocas palabras vivimos más en un planeta más pagano que cristiano. El reconocimiento de la superioridad del ecosistema frente al hombre no ha dejado de ser reconocido en diversas culturas alrededor del mundo. Los nombres de los cinco continentes, Europa, Asia, África, América nos recuerdan de que los antiguos dioses del panteón greco romano todavía circulan por allí esperando a ser escuchados. Flanqueados por siete mares de un océano que da la ilusión de ser infinito pero que incluso guarda más secretos de los que se ocultan dentro de nosotros mismos.
      Lo cierto es que la tierra ha existido durante mucho tiempo antes de la aparición del hombre y que con casi toda seguridad seguirá existiendo durante mucho tiempo después que nosotros ya no estemos de pie. Por eso es que cada día que vivamos recordemos que estamos trabajando con tiempo prestado, puesto que más que solo un ser humano eres una célula que integra a un gran bioma y está a un gran ecosistema completamente vivo y repleto de incontables formas y seres inimaginables. Cuidemos al planeta como si fuéramos nosotros mismos, pues más que único es un hogar exuberante, una completa anomalía, una verdadera sinfonía de imposibilidades que no tiene comparación con ninguna otra en el universo y que a pesar de todos los eones que transcurran su esencia quedara impregnada para siempre en el universo como un testigo o una antorcha la cual seguirá llevando su mensaje por siempre y para siempre durante toda la eternidad.

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