Dicen por allí, que en la tercera vez es cuando
se vence. Pero hoy en este año que está por llegar a su final puedo decirles con
total firmeza que la misma enseñanza se puede aplicar de forma inversa. A la
tercera vez, se puede ser vencido.
El año 2016 el cual está a punto de
terminar, ha transcurrido en el mundo entero como un año normal para muchas
personas. En algunas partes del mundo, los últimos doce meses han dejado gratos
recuerdos para almas que gozan profundamente del vivir. Para otros quizá haya
sido más duro el transcurrir de este tiempo, sin embargo en medio de este
convulsionado universo limitado en el cual todos sin saber habitamos, he
querido ofrecer a través de este pequeño artículo, mi perspectiva particular del
ya etéreo año 2016. Como les dije anteriormente, en este oportunidad a la
tercera vez, he sido vencido. A la cuenta de tres he sido derrotado. El año
2016, lapso que estoy a punto de despedir fue el año de mi derrota final, de mi
sometimiento, de la sepultura definitiva de todos mis sueños los cuales durante
agotadoras semanas he venido trabajando con esfuerzo, motivación, ahínco y pero
sobretodo con mucha energía interior. Pues el año 2016 es el tercer año en el
cual trabajo en un gran proyecto de vida, en ese que nos han enseñado desde
pequeños que debemos construir, en ese que todos trabajamos día a día y que en
un no muy lejano momento deseamos verlo hecho realidad. No parece haber pasado
mucho tiempo desde aquel año 2013, en el que si todo bien parecía ir
encaminándose hacia el cielo, hoy sin embargo del cual no quedan unas últimas
trazas de arena que una vez más son borradas por el viento.
Sin
embargo, esa misma voz que me ha impulsado a trabajar durante todo este tiempo
y que me nace desde lo más profundo del corazón es la misma voz que a pesar de
mi innegable fracaso me anima a querer compartirlo con todos ustedes. Como una
especie de mensaje, como una viva alegoría para lo posterior, como una
enseñanza que de alguna manera permanecerá inmortalizada en la conciencia de
muchos y que iluminara lejanamente el
recuerdo de quienes un futuro deseen intentar lo mismo.
La historia de este proyecto comenzó con una
simple sonrisa. Una sonrisa que no es como de cualquier otra persona. No es
como ver sonreír a tus padres, o la que acompaña a la educada mirada de un
desconocido en la calle, es una sonrisa universal, una reconocida en el mundo
entero. Es la sonrisa de la Mona Lisa…
Desde que tenía 9 años y vi por primera vez
la sonrisa de aquel cuadro en mis libros de la escuela he quedado impactado. Y
más adelante cuando me entere de la vida de su autor quede embriagado aun de lo
que parecía ser una enigmática historia cuya resonancia y esencia es tan fuerte
que desde mi particular punto de vista merecía la pena de ser estudiada y
tratada como todo un modelo a seguir.
Leonardo Da Vinci, era un genio, un genio
universal. Uno como pocos, pero si hay algo que lo distingue de otros
personajes históricos igualmente brillantes son precisamente sus cualidades y
dotes excepcionales para dominar aquello que en la historia se conoce como “polimatía”.
La polimatía es la capacidad que una
persona puede tener para dominar múltiples y variados campos del conocimiento
humano, y en el caso de Leonardo todo parecía afirmar que lo hacía muy bien e
incluso más y mejor que nadie. Ya era obvio para mí que todos nosotros nacemos
con un talento natural, que para cada quien es como una vela encendida cuya luz
nace a partir de sus propias capacidades, pero que una sola persona tenga
catorce talentos parecía casi imposible de lograr. Como desde siempre estuve
interesado en destacar por las artes y en base a mi afinidad a la historia
sabía que yo podía ser también una persona que podía desarrollar un plan de
vida donde la polimatía sea la piedra angular. Fue a partir de ese momento cuando
comencé el corto pero amargo camino que este año llego a concluir.

En los próximos artículos tratare más
detalladamente acerca de en qué consistían estos proyectos y como los fui
logrando hasta su momento final. Por ahora me interesa contarles acerca de la
parte que parecía más sólida y fuerte del mismo y que estaba seguro de mí mismo
que jamás me iba abandonar: La literatura.
Sabía que Leonardo Da Vinci, era escritor y
mi afinidad por los libros estaba notoriamente establecida en un mundo que al
igual que yo se literaturizaba también. Crear mis novelas no fue sencillo, cada
una de sus páginas esconde su propia historia detrás de sí, una que a pesar de
haberse mantenido vigente durante años ahora se quedara irremediablemente sepultada
para siempre en el año 2016.
Mi
fracaso literario es tan burdo tan absurdo que no merece la pena mencionar detalles
más profundos acerca de ese trabajo. Solo diré que hoy en día a casi una semana
de finalizar el 2016, me siento frente a la pantalla de mi computador exhausto,
examinando detalladamente sobre lo que durante todos estos años ha acontecido y
de porque llegue a estar en el callejón sin salida al cual llegue.
Con la desaparición de mi proyecto literario
se le pone fin al tan ansiado sueño de alcanzar el cielo de la brillantez. Y me
ha dejado siendo lo que una vez alguien sugirió que yo era “un poeta
incomprendido”.
Después de todo quizá el éxito no está en
saber mucho, ni tener varios talentos o capacidades, sino ser feliz con las aptitudes
que Dios te ha dado. Razón que me ha aumentado cuando leí que…“Leonardo se sentía decepcionado de sí
mismo. Nunca alcanzo las metas que se propuso. Sus más grandes obras quedaron
inconclusas”, señala la autora Roberta Edwards en su libro-¿Quién fue Leonardo Da Vinci?
Poco a poco mientras volvía a investigar, la
vida de aquel genio renacentista encontré que después de todo no estaba tan
equivocado. El fracaso como decía Coelho es parte de la vida misma. Y acompañaba
también a los genios más grandes como el pintor más grande que alguna vez jamás
haya existido.
Después de todo, y viéndolo desde esa perspectiva,
si logre ser como Leonardo Da Vinci, pues
el a final de su vida se sentía que lo había perdido todo. Al menos en eso me
diferenciaba de él, aun hoy muy dentro en mi mente sabía que tengo tiempo para
levantarme de mis aciagas cenizas de las que me encuentro. Cuando Leonardo tenía
la edad que yo tengo ahora ya había pintado
a la Ginebra de Vencí y estaba siendo acusado de sodomía, sin embargo hoy, en una
fría noche sentado frente a mi computador puedo pronunciar con toda seguridad
la mismas palabras que el exclamaría años después…. “He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la
calidad que debía haber tenido”
Por otra parte ruego que el año 2017 sea un
año en el que pueda hacer algo que hace tiempo no hago de verdad. Poder
sonreír. Y sonreír de verdad. Y que el año 2016 haya sido un paso más en la búsqueda
personal de la apoteosis intelectual y creativa. Y que su recuerdo brille para
siempre sobre el firmamento del conocimiento como si se tratase de la más
grande de todas las supernovas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario