jueves, 22 de diciembre de 2016

El precio de querer ser como Leonardo Da Vinci (2016)



      
   


   Dicen por allí, que en la tercera vez es cuando se vence. Pero hoy en este año que está por llegar a su final puedo decirles con total firmeza que la misma enseñanza se puede aplicar de forma inversa. A la tercera vez, se puede ser vencido.
     El año 2016 el cual está a punto de terminar, ha transcurrido en el mundo entero como un año normal para muchas personas. En algunas partes del mundo, los últimos doce meses han dejado gratos recuerdos para almas que gozan profundamente del vivir. Para otros quizá haya sido más duro el transcurrir de este tiempo, sin embargo en medio de este convulsionado universo limitado en el cual todos sin saber habitamos, he querido ofrecer a través de este pequeño artículo, mi perspectiva particular del ya etéreo año 2016. Como les dije anteriormente, en este oportunidad a la tercera vez, he sido vencido. A la cuenta de tres he sido derrotado. El año 2016, lapso que estoy a punto de despedir fue el año de mi derrota final, de mi sometimiento, de la sepultura definitiva de todos mis sueños los cuales durante agotadoras semanas he venido trabajando con esfuerzo, motivación, ahínco y pero sobretodo con mucha energía interior. Pues el año 2016 es el tercer año en el cual trabajo en un gran proyecto de vida, en ese que nos han enseñado desde pequeños que debemos construir, en ese que todos trabajamos día a día y que en un no muy lejano momento deseamos verlo hecho realidad. No parece haber pasado mucho tiempo desde aquel año 2013, en el que si todo bien parecía ir encaminándose hacia el cielo, hoy sin embargo del cual no quedan unas últimas trazas de arena que una vez más son borradas por el viento.
     Sin embargo, esa misma voz que me ha impulsado a trabajar durante todo este tiempo y que me nace desde lo más profundo del corazón es la misma voz que a pesar de mi innegable fracaso me anima a querer compartirlo con todos ustedes. Como una especie de mensaje, como una viva alegoría para lo posterior, como una enseñanza que de alguna manera permanecerá inmortalizada en la conciencia de muchos  y que iluminara lejanamente el recuerdo de quienes un futuro deseen intentar lo mismo.
   La historia de este proyecto comenzó con una simple sonrisa. Una sonrisa que no es como de cualquier otra persona. No es como ver sonreír a tus padres, o la que acompaña a la educada mirada de un desconocido en la calle, es una sonrisa universal, una reconocida en el mundo entero. Es la sonrisa de la Mona Lisa…
    Desde que tenía 9 años y vi por primera vez la sonrisa de aquel cuadro en mis libros de la escuela he quedado impactado. Y más adelante cuando me entere de la vida de su autor quede embriagado aun de lo que parecía ser una enigmática historia cuya resonancia y esencia es tan fuerte que desde mi particular punto de vista merecía la pena de ser estudiada y tratada como todo un modelo a seguir.
    Leonardo Da Vinci, era un genio, un genio universal. Uno como pocos, pero si hay algo que lo distingue de otros personajes históricos igualmente brillantes son precisamente sus cualidades y dotes excepcionales para dominar aquello que en la historia se conoce como “polimatía”.
    La polimatía es la capacidad que una persona puede tener para dominar múltiples y variados campos del conocimiento humano, y en el caso de Leonardo todo parecía afirmar que lo hacía muy bien e incluso más y mejor que nadie. Ya era obvio para mí que todos nosotros nacemos con un talento natural, que para cada quien es como una vela encendida cuya luz nace a partir de sus propias capacidades, pero que una sola persona tenga catorce talentos parecía casi imposible de lograr. Como desde siempre estuve interesado en destacar por las artes y en base a mi afinidad a la historia sabía que yo podía ser también una persona que podía desarrollar un plan de vida donde la polimatía sea la piedra angular. Fue a partir de ese momento cuando comencé el corto pero amargo camino que este año llego a concluir.


Mi meta fue llegar a ser tan brillante como Da Vinci, una idea que si bien en el inicio pareció ser sencilla de lograr, no escondía detrás de si más que un abismo de decepción y de amarguras constantes, día tras día. Situación que llego casi a consumir mis ganas de vivir por completo. Una verdadera pesadilla surreal.
    En los próximos artículos tratare más detalladamente acerca de en qué consistían estos proyectos y como los fui logrando hasta su momento final. Por ahora me interesa contarles acerca de la parte que parecía más sólida y fuerte del mismo y que estaba seguro de mí mismo que jamás me iba abandonar: La literatura.
    Sabía que Leonardo Da Vinci, era escritor y mi afinidad por los libros estaba notoriamente establecida en un mundo que al igual que yo se literaturizaba también. Crear mis novelas no fue sencillo, cada una de sus páginas esconde su propia historia detrás de sí, una que a pesar de haberse mantenido vigente durante años ahora se quedara irremediablemente sepultada para siempre en el año 2016.
   Mi fracaso literario es tan burdo tan absurdo que no merece la pena mencionar detalles más profundos acerca de ese trabajo. Solo diré que hoy en día a casi una semana de finalizar el 2016, me siento frente a la pantalla de mi computador exhausto, examinando detalladamente sobre lo que durante todos estos años ha acontecido y de porque llegue a estar en el callejón sin salida al cual llegue.
   Con la desaparición de mi proyecto literario se le pone fin al tan ansiado sueño de alcanzar el cielo de la brillantez. Y me ha dejado siendo lo que una vez alguien sugirió que yo era “un poeta incomprendido”.
   Después de todo quizá el éxito no está en saber mucho, ni tener varios talentos o capacidades, sino ser feliz con las aptitudes que Dios te ha dado. Razón que me ha aumentado cuando leí que…“Leonardo se sentía decepcionado de sí mismo. Nunca alcanzo las metas que se propuso. Sus más grandes obras quedaron inconclusas”, señala la autora Roberta Edwards en su libro-¿Quién fue Leonardo Da Vinci?
    Poco a poco mientras volvía a investigar, la vida de aquel genio renacentista encontré que después de todo no estaba tan equivocado. El fracaso como decía Coelho es parte de la vida misma. Y acompañaba también a los genios más grandes como el pintor más grande que alguna vez jamás haya existido.
    Después de todo, y viéndolo desde esa perspectiva, si logre ser como  Leonardo Da Vinci, pues el a final de su vida se sentía que lo había perdido todo. Al menos en eso me diferenciaba de él, aun hoy muy dentro en mi mente sabía que tengo tiempo para levantarme de mis aciagas cenizas de las que me encuentro. Cuando Leonardo tenía la edad que yo tengo ahora  ya había pintado a la Ginebra de Vencí y estaba siendo acusado de sodomía, sin embargo hoy, en una fría noche sentado frente a mi computador puedo pronunciar con toda seguridad la mismas palabras que el exclamaría años después…. “He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido”
    Por otra parte ruego que el año 2017 sea un año en el que pueda hacer algo que hace tiempo no hago de verdad. Poder sonreír. Y sonreír de verdad. Y que el año 2016 haya sido un paso más en la búsqueda personal de la apoteosis intelectual y creativa. Y que su recuerdo brille para siempre sobre el firmamento del conocimiento como si se tratase de la más grande de todas las supernovas.

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