En toda la historia de Venezuela, ha habido en realidad muy pocos eventos
que hayan tenido realmente el poder de estremecer a la conciencia colectiva de toda
la nación, como fue la lamentable tragedia ocurrida a la internacionalmente
famosa actriz Mónica Spear. En este año 2017 que ya recién comienza, los
venezolanos empezamos a sentir una vez más a las frías corrientes de vientos
del mes de Enero, las mismas que hace tres años soplaron sobre los arboles de
una autopista olvidada del estado Carabobo, preparando así el terreno para la
mortandad que ese mismo año volvería a derramarse sobre su propio y rugoso asfalto
seco.
La autopista que va de Valencia a
Puerto Cabello, es un lugar que desde siempre ha sido inseguro. Como si se
tratase de trabajadores de una macabra empresa, los sectores aledaños de la
misma son las cunas para jóvenes cuya manera de ganarse el diario pan de vida
no es otra estrategia aprendida que arrebatárselos a los que sí lo tienen,
motivo que se convirtió en la causa de muerte de centenares de personas que por
allí transitan.

La muerte tuvo también el poder de
llegar más allá, cruzando el atlántico y partiendo el alma de miles de
seguidores de Mónica en España, Italia, Alemania hasta aterrizar en la
mismísima Oceanía y también en lugares como Nueva Zelanda y Kuwait.
Ese momento en el que la noticia
de la muerte de Mónica Spear sacudió a la mañana del 7 de Enero, el país entero
se dio cuenta de que por primera vez en la historia criminalística venezolana
se había traspasado un delicado umbral: Nunca antes de había visto al problema
del hampa desde una perspectiva global. Todos
los canales de televisión internacionales la estaban mencionando, por un
momento pareció como si el rostro de la actriz no solo representaba a la
tragedia en Venezuela sino en la que ocurre en el mundo entero.
Ante tal escenario de
estupefacción sin precedentes, era urgente por tanto de que en medio del dolor
reinante, el país ofreciera una explicación de lo ocurrido, pues estaba claro
de que si bien para nosotros la habitualidad a este tipo de muertes sangrientas
nos había convertido en espectadores masivos de una matanza, no así pensaba el
resto del mundo donde las muertes de inocentes no se explicaban con el simple
arrebato de una cartera o un par de zapatos, sino por una profunda guerra civil
o conflictos bélicos cualquiera.
Dicha explicación llegaría meses
más tarde a manera de libro, cuando los periodistas María Isoliett Iglesias y
Deivis Ramírez Miranda publicaran con el grupo de Ediciones B, el texto que
desnudaría al trágico suceso. En él una de las mentes más prestigiosas de
nuestro país, el escritor Leonardo Padrón, aprovechaba para argumentar frente a
los miles de lectores de Hispanoamérica, en su intento reparar la delicada
nobleza de un país que ahora quedaba completamente desprestigiado, en su breve
prologo rezaba lo siguiente: “La fama de
Mónica Spear, ahora convertida en cadáver junto a su marido, desvelo al mundo
el exterminio en cámara lenta que vivimos los venezolanos en manos del hampa”
En 2014 se cumplía una década
exacta desde aquel mítico instante en el cual en el poliedro de caracas se le
colocaría la corona a la joven que se convertiría en la reina eterna, una reina
inmortal. Sus delicados y femeninos rasgos que todo el mundo vio en las
pantallas de las televisiones ahora se podían apreciar bajo el cristal de una
urna velatoria de Caracas, ahora estaban gritando justicia no solo por su alma,
sino también por todas las miles de víctimas inocentes que habían perecido
antes que ella en las mismas circunstancias.
Los
periodistas autores del libro: Capitulo
Final, claramente estaban conscientes de ello y quisieron argumentarlo bajo
la siguiente frase. “El mismo 7 de Enero
la noticia se convirtió en un eco tan profundo, que estremeció la opinión
publica de buena parte del mundo. Los más de doscientos mil asesinados en una
guerra no declarada que llevaba dieciséis años escupiendo plomo por fin
tuvieron cara, nombre y dolientes. No pudieron seguir jugando a mantener
anónima la avasallante criminalidad”.
Tres años después de esta masacre
es posible afirmar con toda certeza que este conflicto apenas está comenzando. Venezuela
es un país que lleva aproximadamente poco más de dos siglos apostándose a la
cabeza del continente suramericano. Su insignia más conocida es por supuesto su
bandera. El Pabellón Tricolor. En donde cada una de las franjas tiene un
significado. La última de ellas, la franja roja esta puesta allí como un feroz
recordatorio de la sangre que fue derramada por nuestros patriotas con el
propósito de liberarnos de la esclavitud y la tiranía de nuestros opresores.
Visto desde este punto de vista, la muerte de
Mónica Spear, esta imbuida de cierto simbolismo, pues el lugar en donde falleció
(Autopista Valencia-Puerto Cabello) fue el mismo lugar en donde hace doscientos
años se selló la independencia de Venezuela a punta de sangre derramada: Fue en
el año de 1814, cuando el ejército republicano comandado por el Libertador Simón
Bolívar, se enfrentó en el campo de Carabobo con las tropas españolas, dando
lugar a una encarnizada lucha que aunque sangrienta sirvió para traer paz a la
nación que hoy conocemos.
En la actualidad la esclavitud
continúa de otra manera. Los actuales venezolanos somos esclavos del terror que
provoca la inseguridad, en medio del cual Mónica murió como toda una heroína
moderna. Las balas del hampa jamás podrán quitarle así la corona. Pues su
fallecimiento tuvo un propósito: De que su legado fuese un día la herramienta
con la que seamos libres de esta mal también. Proceso del cual dependerá de las
iniciativas que tome el gobierno.
Por una inusual ironía, el actual
presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, tuvo una experiencia similar en
la autopista Valencia. Puerto Cabello, según el mismo confeso en una reciente
entrevista, quedarse varado alrededor de los años ochenta creo un recuerdo en
su memoria de que ahora con el poder en su mano algo debe hacerse.
Sin embargo nuestro pueblo es
incrédulo a esto: Si el gobierno realmente pudiera controlar la inseguridad que
se vive en nuestro país, ya hace mucho tiempo que lo hubiera hecho. El problema
de la delincuencia en Venezuela hoy en día parece realmente irresoluble. Sin
embargo por experiencia propia he conocido de que todos los problemas que
existen tienen solución, por tanto mientras más grave sea un problema más
sencillo será solucionarlo.
La criminalidad en Venezuela no
escapa a esa ley, por lo tanto la solución a la misma es tan sencilla que estoy
completamente convencido de que la tenemos enfrente de nuestros ojos y aún no
hemos podido verla. Mónica Spear representa el primer paso hacia esa solución, y
mantener vivo su legado será la mejor vía para lograr ello, pues como heroína que
fue, no solo es símbolo de toda nuestra nacionalidad, sino que además sabemos
que seguirá siendo inmortalizada de la misma manera en cómo fueron las grandes
mentes de toda nuestra historia.
“Mientras sigan mencionando tu nombre, nunca morirás”.
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