“En el principio creo Dios los cielos y la tierra”-así es como reza la frase más antigua que haya podido ser escrita por el hombre en toda la historia de su existencia universal. La misma frase con la cual se da inicio entonces a una historia que parece nunca querer acabar.
Este mismo texto junto con otros múltiples mensajes de la antigüedad son las verdaderas pruebas de que la curiosidad del hombre por conocer las auténticas dimensiones de nuestro planeta han estado durante siglos en la imaginación de miles de mentes quienes se han atrevido a preguntarse asimismas de donde han salido todos aquellos elementos que nos rodean.
Desde
las primeras civilizaciones de la antigüedad, la madre naturaleza ha estado a
la orden del día enseñando al hombre a crecer, pues ella misma fue quien
proveyó las aguas del rio Nilo para que Egipto pudiera aparecer. Fue ella quien
le dio a Mesopotamia las tierras fértiles del Irak primigenio para que pudieran
ser cultivadas las comidas elementales lo cual produjo el nacimiento del
comercio, la que le dio el Mar Mediterráneo a Grecia para que pudiera navegar y
la que proveyó a Roma de todos los metales con los cuales edificarían su
poderío gracias a las conquistas a punta de espada.

El
planeta tierra es por tanto así el regalo más grande que a la humanidad se nos
ha podido dar. Un verdadero regalo
universal.Realmentemente es que, aunque hayan pasado siglos desde la aparición
de la raza humana, la ciencia apenas hoy está empezando a comprender las
verdaderas dimensiones del medio natural.
El
planeta tiene aproximadamente 4570 millones de años de antigüedad, o al menos
esa es la medida de tiempo que le asigna la ciencia, pues si usted opta por
creerle a las sagradas escrituras, le asignaría como mínimo a la tierra una
antigüedad de solo 6.000 años. Pero es un hecho de que indistintamente del lado
de creencias al cual usted pertenezca, todos hemos nacido para ser “Hijos de la Tierra”, y a la vez “guardianes de nuestro planeta” y
del tiempo. Es importante pues recordar que etimológicamente, la palabra
planeta se origina del vocablo griego que quiere decir “errante”, o “cuerpo que
vaga”, puesto que en la antigüedad se creía que los actuales planetas no eran
más que estrellas que viajaban por el firmamento sin tener ningún rumbo fijo.
No
sabían entonces que lo que en ese momento carecía de rumbo era nuestra propia
apreciación sobre el universo.
Lo
que en ese momento tampoco se sabía era que esa misma visión evolucionaria con
el pasar de las eras hasta convertirse en toda una representación sorprendente
del cosmos, la cual aún hoy todavía le falta mucho por explorar. Fue apenas
hace tan solo quinientos años cuando el primer aventurero llamado Cristóbal
Colon se echó al atlántico para demostrar a sus contemporáneos de que la tierra
era esférica y no plana. A partir de ese momento el hombre supo de que todo
este tiempo había vivido en un mundo de tres dimensiones y que la tierra horizontal
que imaginaban había estado todo el tiempo en sus mentes. Sin embargo aun así
la humanidad seguía preguntándose que se sentiría poder viajar directamente al
cielo, y conocer los cuerpos celestes que nos orbitaban. De alguna manera el
hombre pareció desear la llegada de un pronto Cristóbal Colon del cielo. Y si
alguno de nosotros les hubiera dicho a las personas de ese tiempo que el hombre
lograría justamente esa hazaña cinco siglos después, seguramente jamás le
habían creído ser más que solo un sueño.
Fue
finalmente el 12 de Abril de 1961, cuando el primer hombre de nuestra especie,
un Ruso llamado “Yuri Gagarin” sobrevoló a bordo de una nave tripulada
bautizada como Vostok 1, al solemne
espacio exterior. Por simples causas políticas la URSS de aquel entonces logro
el sueño que muchos habían fantaseado durante siglos, ver al planeta tierra desde
la atmosfera superior. El mundo estaba a la expectativa en el instante en que la
capsula tripulada transmitió su voz desde una altura impresionante (más de
7.000 metros de altura), sus frases exactas fueron: ¡La tierra es azul! matizo, para luego afirmar. "Veo
la superficie terrestre a través de la ventanilla. El cielo es negro. Y
rodeando la Tierra, rodeando el horizonte hay una aureola azul muy bonita que
se oscurece a medida que se aleja de la superficie. Qué hermosa es"-luego
de casi 108 minutos en órbita aquel hombre de tan solo 27 años afirmo luego,
como dejando su frase para la posteridad- “Orbitando
la Tierra en mi nave espacial, me maravillé de su belleza. Gente del mundo
cuidémosla y realcémosla, no la destruyamos”.
Gagarin
también era reconocido por ser un devoto creyente de Dios. Bautizado ortodoxo. Sus
contemporáneos sabían que era un gran respetuoso de la religión y de las
creencias. Sin embargo a pesar de que en la actualidad el cristianismo es la fe
más extendida y conocida, y pese a que la mayoría de las personas reconocen al
dios “Jehovah”, como el único y supremo altísimo, el gran mundo que habitamos
fue bautizado desde hace ya mucho tiempo con la palabra que designaba a la gran
Diosa madre creadora de todos. “Gea”, la divinidad femenina suprema, la mujer
que dio a luz al universo. La misma en quien durante milenios creyeron los
antiguos griegos y a quien rendían tributos con sus rituales de la fertilidad y
la primavera. En pocas palabras vivimos más en un planeta más pagano que
cristiano. El reconocimiento de la superioridad del ecosistema frente al hombre
no ha dejado de ser reconocido en diversas culturas alrededor del mundo. Los
nombres de los cinco continentes, Europa, Asia, África, América nos recuerdan
de que los antiguos dioses del panteón greco romano todavía circulan por allí esperando
a ser escuchados. Flanqueados por siete mares de un océano que da la ilusión de
ser infinito pero que incluso guarda más secretos de los que se ocultan dentro
de nosotros mismos.

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