domingo, 1 de enero de 2017

La Muerte de Monica Spear






    En toda la historia de Venezuela, ha habido en realidad muy pocos eventos que hayan tenido realmente el poder de estremecer a la conciencia colectiva de toda la nación, como fue la lamentable tragedia ocurrida a la internacionalmente famosa actriz Mónica Spear. En este año 2017 que ya recién comienza, los venezolanos empezamos a sentir una vez más a las frías corrientes de vientos del mes de Enero, las mismas que hace tres años soplaron sobre los arboles de una autopista olvidada del estado Carabobo, preparando así el terreno para la mortandad que ese mismo año volvería a derramarse sobre su propio y rugoso asfalto seco.
    La autopista que va de Valencia a Puerto Cabello, es un lugar que desde siempre ha sido inseguro. Como si se tratase de trabajadores de una macabra empresa, los sectores aledaños de la misma son las cunas para jóvenes cuya manera de ganarse el diario pan de vida no es otra estrategia aprendida que arrebatárselos a los que sí lo tienen, motivo que se convirtió en la causa de muerte de centenares de personas que por allí transitan.


     Pero en ese año 2014 que poco a poco va quedando en el pasado, esta autopista se preparaba para enviar una vez más su mortal mensaje al mundo, el mismo que había estado manifestando mediante la vida de incontables inocentes durante muchos años. Aunque en esta ocasión el alcance del mismo sería diferente, en esta oportunidad la muerte acababa de apuntar con su frio dedo a la vida de una persona cuyo rostro haría que la resonancia de su mensaje traspasase las barreras de Venezuela y alcanzase así a regiones remotas, expandiendo al sangriento horror por toda la América Latina, atravesando al Caribe, impactando en las cálidas regiones de México, Centroamérica hasta la Argentina. 
   La muerte tuvo también el poder de llegar más allá, cruzando el atlántico y partiendo el alma de miles de seguidores de Mónica en España, Italia, Alemania hasta aterrizar en la mismísima Oceanía y también en lugares como Nueva Zelanda y Kuwait.
   Ese momento en el que la noticia de la muerte de Mónica Spear sacudió a la mañana del 7 de Enero, el país entero se dio cuenta de que por primera vez en la historia criminalística venezolana se había traspasado un delicado umbral: Nunca antes de había visto al problema del hampa desde una perspectiva global.  Todos los canales de televisión internacionales la estaban mencionando, por un momento pareció como si el rostro de la actriz no solo representaba a la tragedia en Venezuela sino en la que ocurre en el mundo entero.


 
   Ante tal escenario de estupefacción sin precedentes, era urgente por tanto de que en medio del dolor reinante, el país ofreciera una explicación de lo ocurrido, pues estaba claro de que si bien para nosotros la habitualidad a este tipo de muertes sangrientas nos había convertido en espectadores masivos de una matanza, no así pensaba el resto del mundo donde las muertes de inocentes no se explicaban con el simple arrebato de una cartera o un par de zapatos, sino por una profunda guerra civil o conflictos bélicos cualquiera.
    Dicha explicación llegaría meses más tarde a manera de libro, cuando los periodistas María Isoliett Iglesias y Deivis Ramírez Miranda publicaran con el grupo de Ediciones B, el texto que desnudaría al trágico suceso. En él una de las mentes más prestigiosas de nuestro país, el escritor Leonardo Padrón, aprovechaba para argumentar frente a los miles de lectores de Hispanoamérica, en su intento reparar la delicada nobleza de un país que ahora quedaba completamente desprestigiado, en su breve prologo rezaba lo siguiente: “La fama de Mónica Spear, ahora convertida en cadáver junto a su marido, desvelo al mundo el exterminio en cámara lenta que vivimos los venezolanos en manos del hampa”








    En 2014 se cumplía una década exacta desde aquel mítico instante en el cual en el poliedro de caracas se le colocaría la corona a la joven que se convertiría en la reina eterna, una reina inmortal. Sus delicados y femeninos rasgos que todo el mundo vio en las pantallas de las televisiones ahora se podían apreciar bajo el cristal de una urna velatoria de Caracas, ahora estaban gritando justicia no solo por su alma, sino también por todas las miles de víctimas inocentes que habían perecido antes que ella en las mismas circunstancias.
   Los periodistas autores del libro: Capitulo Final, claramente estaban conscientes de ello y quisieron argumentarlo bajo la siguiente frase. “El mismo 7 de Enero la noticia se convirtió en un eco tan profundo, que estremeció la opinión publica de buena parte del mundo. Los más de doscientos mil asesinados en una guerra no declarada que llevaba dieciséis años escupiendo plomo por fin tuvieron cara, nombre y dolientes. No pudieron seguir jugando a mantener anónima la avasallante criminalidad”.





   Tres años después de esta masacre es posible afirmar con toda certeza que este conflicto apenas está comenzando. Venezuela es un país que lleva aproximadamente poco más de dos siglos apostándose a la cabeza del continente suramericano. Su insignia más conocida es por supuesto su bandera. El Pabellón Tricolor. En donde cada una de las franjas tiene un significado. La última de ellas, la franja roja esta puesta allí como un feroz recordatorio de la sangre que fue derramada por nuestros patriotas con el propósito de liberarnos de la esclavitud y la tiranía de nuestros opresores.






    Visto desde este punto de vista, la muerte de Mónica Spear, esta imbuida de cierto simbolismo, pues el lugar en donde falleció (Autopista Valencia-Puerto Cabello) fue el mismo lugar en donde hace doscientos años se selló la independencia de Venezuela a punta de sangre derramada: Fue en el año de 1814, cuando el ejército republicano comandado por el Libertador Simón Bolívar, se enfrentó en el campo de Carabobo con las tropas españolas, dando lugar a una encarnizada lucha que aunque sangrienta sirvió para traer paz a la nación que hoy conocemos.
   En la actualidad la esclavitud continúa de otra manera. Los actuales venezolanos somos esclavos del terror que provoca la inseguridad, en medio del cual Mónica murió como toda una heroína moderna. Las balas del hampa jamás podrán quitarle así la corona. Pues su fallecimiento tuvo un propósito: De que su legado fuese un día la herramienta con la que seamos libres de esta mal también. Proceso del cual dependerá de las iniciativas que tome el gobierno.
    Por una inusual ironía, el actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, tuvo una experiencia similar en la autopista Valencia. Puerto Cabello, según el mismo confeso en una reciente entrevista, quedarse varado alrededor de los años ochenta creo un recuerdo en su memoria de que ahora con el poder en su mano algo debe hacerse.
   Sin embargo nuestro pueblo es incrédulo a esto: Si el gobierno realmente pudiera controlar la inseguridad que se vive en nuestro país, ya hace mucho tiempo que lo hubiera hecho. El problema de la delincuencia en Venezuela hoy en día parece realmente irresoluble. Sin embargo por experiencia propia he conocido de que todos los problemas que existen tienen solución, por tanto mientras más grave sea un problema más sencillo será solucionarlo. 
   La criminalidad en Venezuela no escapa a esa ley, por lo tanto la solución a la misma es tan sencilla que estoy completamente convencido de que la tenemos enfrente de nuestros ojos y aún no hemos podido verla. Mónica Spear representa el primer paso hacia esa solución, y mantener vivo su legado será la mejor vía para lograr ello, pues como heroína que fue, no solo es símbolo de toda nuestra nacionalidad, sino que además sabemos que seguirá siendo inmortalizada de la misma manera en cómo fueron las grandes mentes de toda nuestra historia. “Mientras sigan mencionando tu nombre, nunca morirás”.
 














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